Presentación Los senderos que se bifurcan – 8 junio 2021
La luz se filtraba a través de las hojas de los árboles del cementerio. Eran secuencias filmadas en película: Nathalie mostraba sus primeros planos en el taller de cine en la Escuela de artes. Después, vino la serie de filmes que, hoy, tienen un correlato en este libro. Cuando mirábamos sus diarios filmados, ella decía algo contundente y preciso. Siempre amé sus formas de decir. Aprendí a amar su manera de filmar.
Hace algunos meses, en una conversación durante la pandemia, Nathalie evocó el deseo de escribir. Más tarde, le propuse volver a mirar sus filmes, seleccionar algunas imágenes y escribir con la misma lógica de un diario que admite reflexiones y texturas heterogéneas. Tenía la certeza de que ella sabría retranscribir, o construir por fragmentos, un punto de vista tan singular como el de sus filmes.
Los senderos que se bifurcan en la página de Funes editora dan acceso a este texto y a los enlaces para ver las películas. Este libro responde también al deseo de darles un lugar de visibilidad. En Internet. En el mundo virtual, a través del cual Nathalie y yo comunicamos poco o nada. Este proyecto ha sido la ocasión para retomar, de otra manera, nuestros encuentros en los cafés y los bares del que fue nuestro barrio parisino, el del Hotel Eldorado y del Marqués, también.
Mientras hacíamos este libro, tuve la impresión de que nos enviábamos cartas a través del océano, como en la era analógica pero ahora, habilitadas por los pixeles. El trabajo de Nathalie aborda el tema de una transición técnica. Pensé muchas veces que sus filmes eran como Jonas Mekas en el mundo contemporáneo. Más importante, su trabajo abre varias vías sobre las posibilidades de la transmisión. Registrar y transmitir el presente y, también, lo que se hereda: conocimientos, gestos, rincones donde crecen champiñones.
Leí este texto en Guayaquil y, al hacer la traducción, pensé varias veces en mis estudiantes. Ellos pertenecen plenamente a la era digital. Sus habilidades con los dispositivos y su creatividad, sorprenden. A veces, la inmediatez del mundo que habitan les porta más bien a hablar de sí mismos. En el taller de cine que compartí con Nathalie, se decía que el cine miraba el mundo, mientras que el video portaba más bien a mirarse. En su relación con el video, Nathalie persiste en mirar, primero, lo que le rodea.
El soporte no tiene importancia, como ella escribe en su texto, sino una manera discreta de estar en el mundo. Soy yo quien dice discreta, pues pienso en La discreción o el arte de desaparecer, donde Pierre Zaoui plantea la discreción como una decisión, a la vez estética y política, que consiste en privilegiar la existencia de los otros y del mundo. Por la forma que Nathalie otorga a sus diarios y a su escritura, pienso también en la idea de que la emoción no dice yo. Este trabajo no es una expresión de si misma, sino de un impersonal que convoca a compartir. Estos registros de una vida están abiertos a otros tiempos: a la cantidad de pasos impresos sobre las gradas de una escalera, a la resonancia de las conversaciones sobre los muros, a las múltiples miradas que han desgastado la tinta de los libros, por ejemplo. O, a la Historia dibujada sobre la tierra por los senderos, por los bordes de los campos, por las fuentes de agua.
Para terminar, quisiera agradecer a Nathalie por su confianza y por su amistad. Y por este texto que retranscribe la singularidad de una sensibilidad, con humor, también. Los extractos sobre las películas no filmadas nos dejan a la espera de los filmes a venir.